Los primeros pasos en la Argentina.
Viajeros, comerciantes, militares, intelectuales
procedentes de Inglaterra, España, Francia y Portugal, difundieron las logias
en América del Sur. En Buenos Aires, las primeras noticias de la hermandad se
remontan a fines del siglo XVIII. La primera logia en territorio argentino fue
la "Logia Independencia",
con protocolos de autorización otorgados por la Gran Logia General Escocesa de
Francia. Dicha autorización data aproximadamente de 1795 y su sola denominación
acusaba en sus integrantes una concepción autonomista para las tierras
americanas.
Según refirió Francisco Guilló en su libro Episodios patrios, la logia
funcionaba en un semiarruinado caserón, donde tiempo atrás el presbítero Juan
Gutierrez Gonzalez y Aragón había levantado la Capilla de San Miguel, que
posteriormente fue abandonada ante las dificultades que los grandes zanjones
oponían para que los feligreses pudieran llegar a ella durante y después de las
lluvias.
Por lo que toca a la "Logia Independencia", con ese nombre apareció
otra logia, presidida por Julián B. Alvarez, en 1810, y es probable que no haya
tenido continuidad con la homónima anterior. Esta logia dirigida por Alvarez es
la que suministró los elementos básicos para la constitución de la Logia Lautaro,
con la cual se inició el historial más importante de la masonería en la
Emancipación.
El historiador Juan Canter negó la existencia de la "Logia
Independencia", pero el coronel inglés Santiago Florencio Burke masón
confesó, conto que cuando se fue de Buenos Aires, en 1809, fueron a despedirlo "un número de las principales personas
del lugar, mis viejos amigos de Independencia", refiriéndose
indudablemente a la logia.
Lappas refutó a Canter sosteniendo
que "contrariamente a las
afirmaciones contundentes de eruditos historiadores, hemos podido comprobar
como cierta la existencia en Buenos Aires de una Logia denominada
"Independencia", fundada a fines del siglo XVIII y que obtuvo Carta
Constitutiva de la Gran de Loge Generale Ecossaise de France, cuerpo este que
fue absorbido el 8 de enero de 1805 por el Gran Oriente de Francia, quedando la
antes mencionada Logia en libertad de acción sobre su futuro".
Desde luego, existe en el tema masónico una enorme dificultad para lograr
documentos y pruebas fehacientes. Esto es por la propia naturaleza de las sociedades cerradas o secretas, a lo
que se suman las políticas represivas de particular violencia que se han
empleado en su contra, al constituirse en baluarte de la revolución
democrático-burguesa contra el absolutismo.
Lo ha señalado el español Miguel Morayta quien, al escribir la primera historia
sistemática de la masonería peninsular, decía: "La historia interna de la masonería española no se ha escrito aún
y seguramente no se escribirá nunca; faltan y faltaran siempre los documentos
del caso necesario. Durante muchos años las logias no extendieron actas de sus
tenidas, ni firmaron siquiera expedientes de iniciación, se hacía indispensable
no dejar rastros de sus actos. ¿Cómo, sin existir archivos narrar las
vicisitudes de la Orden? Más hacedero, si bien no del todo fácil, es historiar
sus manifestaciones externas, sus actos públicos, es decir, sus trabajos
intentados o cumplidos en el mundo profano".
Morayta sostuvo esta tesis después que la historiografía había comenzado a
efectuar una severa crítica a la manía documentalista. Los documentos son
importantes, pero mucho más lo es la facultad de comprensión del historiador. El
eminente Leopoldo von Ranke lo explicó al señalar que la misión del historiador
"no consiste tanto en reunir y
acoplar hechos como en comprenderlos y explicarlos. La historia no es, como
algunos piensan, obra de la memoria exclusivamente, sino que requiere ante todo
agudeza y claridad de inteligencia. No lo pondrá en duda quien se dé cuenta de cuán
difícil es distinguir lo verdadero de lo falso y escoger entre muchas
referencias la que pueda ser considerada como la mejor, o quien conozca aunque
sólo sea de oídas aquella parte de la crítica que tiene su asiento en los
aledaños de la histografía".
La Respetable
Logia Masónica Hijos del Trabajo Nro. 74:
Fachada actual del centenario Templo Masónico de Barracas
“Hijos del Trabajo” se fundó el 14 de marzo de
1882 y en el término de ocho años tubo de mudar su sede cuatro veces,
creyéndose que sus miembros habrían sido objeto de persecuciones. De la Av.
Santa Lucía 245, o calle Larga de Barracas, por donde circulaba el tranvía a
caballos, se trasladó a la calle Industria 14 (hoy Aristóbulo del Valle), esto
era Barracas al sur. En Julio de 1884, la logia se trasladó a Baracas al Norte,
calle Salta 22 (hoy Vieytes) y por último, el 22 junio de 1890, se instaló en
su sede definitiva de San Antonio 814, en la que trabajó, en forma
ininterrumpida hasta el 6 de abril de 1983 (101 años), en que es disuelta por
decreto número´4228 de la gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados
Masones, debido a que logia, prácticamente, no tenía actividad. En 2003, por
iniciativa de un grupo de hermanos masones la Gran Logia, autoriza el
relevantamiento de columnas de la Logia Hijos del Trabajo Nro. 74,
con sede en su edificio histórico de San Antonio 814, que continúa hasta la
actualidad. Entre sus miembros originales se destacaron un elevado número de
italianos, seguido por argentinos, españoles, franceses e ingleses, éstos
últimos, empleados del ferrocarril.